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KINDLE: NUEVAS FORMAS DE LEER

📖 Incursionando en la lectura sin papel

Nunca fui una gran lectora de ficción. Siempre me sentí más cómoda con los documentales, los ensayos, los libros que se apoyan en datos, ideas o experiencias reales. Lo imaginario me interesaba, pero no lograba hacerle lugar.

Intentar leer antes de dormir era un pequeño martirio: el velador de mi mesa de luz apenas iluminaba y terminaba con la muñeca dolorida de sostener el libro. 👵🏻

Hasta que un día mi hermana Juli me dijo: «llevate mi Kindle, probá». Fue un gesto casual que, sin exagerar, me devolvió el hábito de leer.

El aparato era liviano, chiquitito y podía leer en cualquier posición sin pelearme con la almohada ni con la lámpara. Me compré un botón que por Bluetooth me pasa la página y ahora tapada hasta la nariz, hago clic y leo hasta quedarme dormida.

A raíz de esta nueva experiencia en el mundo de la lectura me empecé a preguntar cuánto importa, más allá del contenido, cómo leemos. A veces una herramienta puede modificar la relación con algo tan simple como leer un libro. Y que lo digital, lejos de reemplazar al papel, puede ser una puerta nueva para encontrarse con los textos desde otros lugares.

🪶 Lo bueno: comodidad, ligereza y foco

Uno de los grandes encantos del Kindle (o cualquier e-reader) es su capacidad para convertirse en extensión de una rutina. No pesa nada, entra en la riñonera, no necesita luz externa, y te permite tener cien libros encima sin romperte la espalda.

La experiencia está pensada para leer y solo leer: sin notificaciones, sin distracciones, sin luces azules. Y con funciones que se adaptan a cada necesidad: podés agrandar la letra, subrayar fragmentos, guardar citas, navegar por capítulos, marcar páginas, ver % de lectura, ordenar libros en carpetas, consultar un diccionario sin salir del texto o buscar frases enteras.

Además, la posibilidad de descargar muestras antes de comprar un libro permite chusmear sin compromiso, algo que muchas veces nos impide el mundo editorial físico, más rígido o caro.

📚 Lo que se extraña: el papel, el objeto, el ritual

Pero también hay algo que se pierde, y no es menor.

La lectura en papel tiene un componente sensorial fuerte: el olor del libro nuevo (o viejo), la tinta, el grosor de las páginas, la satisfacción de ver cómo avanza la parte gordita de atrás para adelante. Esa idea de “poseer” un libro en la biblioteca -tenerlo a la vista, prestarlo, subrayarlo con lápiz, incluso con resaltador o lapicera los menos conservadores- cambia bastante en lo digital.

Además, hay géneros o formatos que no se llevan bien con el Kindle: los libros de arte, de fotografía, los cómics, los que tienen mucho diseño o estructura visual. A eso sumale las limitaciones técnicas: a veces el sistema es lento, otras el archivo no se adapta bien, y siempre está la dependencia de batería o cable.

No es dramático, pero no es lo mismo.

👁️ Lo que el Kindle todavía no resuelve: diseño editorial y experiencias visuales

Hay libros que no solo se leen: se habitan visualmente.

Diseños cuidados, ilustraciones, fotos, tramas gráficas, paletas pensadas para acompañar la narrativa, decisiones tipográficas que suman tono y sentido. Todo eso, que en papel es parte esencial de la experiencia de lectura, muchas veces se pierde en el Kindle.

La tinta electrónica es genial para leer texto plano, pero cuando el contenido se apoya en lo visual -diagramación específica, imágenes integradas, ilustraciones en color, infografías o incluso ritmo visual entre texto e imagen- el dispositivo queda corto. Las imágenes aparecen en escala de grises, sin contraste ni definición, y muchas veces se ven fuera de contexto, cortadas o desalineadas y no les podés hacer zoom (por lo menos en la versión de Kindle que tengo yo que es una de las últimas.)

Decime si alguien puede leer esto sin hacerle zoom. Imposible:

Hay proyectos editoriales donde texto, diseño e ilustración conviven. Ahí la lectura es multisensorial: el contenido se siente como una experiencia más que como un texto puro. La versión digital plana de esos libros le quita vida al planteo original: no se ve el color, no se percibe el ritmo del diseño, y toda esa capa extra que convierte el libro en algo especial se borra. Ni hablar del diseño de tapas, contratapas, lomo, solapas y portadilla (la portadilla es la falsa portada. Yo amo la portadilla y pocos libros la tienen) 

No es un error del Kindle, es una limitación de su enfoque. Pero vale tenerlo en cuenta. No todo libro se adapta bien al formato digital, y no todo lector busca lo mismo. Para quienes valoramos el diseño como parte de la narrativa, eso pesa.

(Recomendación: El gato y la caja, el mejor ejemplo de la experiencia de habitar visualmente libros)

⏳ Nuevos hábitos, otros tiempos

Leer en digital también redefine ciertos hábitos. Por ejemplo: ¿Cuándo leemos más? ¿Qué tipo de libros elegimos para cada formato? En mi caso, leo ficción- solo texto- y dejo los libros “para subrayar” o que los quiero tener como objeto de diseño en papel.

La tecnología no reemplaza el amor por los libros, pero sí lo reencauza: leer ya no es sentarse con una taza de té y un libro gordo, se puede ser leer en la fila del banco, esperando el tren, parada al lado de la hornalla mientras se hace el arroz o justo antes de dormir, tapandote con la frazada hasta la nariz y un dedo listo para hacer clic.

🤔 Entonces, ¿vale la pena?

Como todo en la vida, depende.

El Kindle es una gran herramienta si: te gusta leer mucho y seguido. Si viajás o te movés todo el tiempo, tenés problemas de visión o querés ajustar el tamaño del texto. También si te cuesta sostener libros pesados, leer con poca luz o tenés una cartera muy chiquita. 

Leer en digital no reemplaza al libro en papel, pero sí lo complementa. Lo importante no es el soporte, sino encontrar una forma de leer que se acomode a nuestros ritmos, a nuestros cuerpos y a nuestras ganas. A veces eso será con un libro abierto sobre la mesa, otras con un Kindle en la cartera de la dama o el bolsillo del caballero. Lo esencial sigue siendo lo mismo: esa pausa íntima en la que un texto nos abre la cabeza, aunque sea en pequeñas dosis, al ritmo de cada uno.

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DISEÑADORA GRÁFICA (UBA)

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